Construyendo sueños

Aniceto Zaragoza Ramírez
Director general de la Agrupación de fabricantes de cemento de España (Oficemen)

Muchas veces se afirma que los números son fríos, que convierten en sencillez y homogeneidad realidades que no son ni sencillas ni homogéneas. Por ello cuando una revista es capaz de alcanzar su número 900, es necesario pararse un momento a sentir.

A sentir la historia de tantos años –acercándonos a los ochenta-, que fluye por sus páginas y por la realidad del mundo del cemento y el hormigón.

Sentir la historia es un reflejo casi inmediato, cuando uno tiene la suerte de abarcar con la mirada, o de sentir en los dedos, tantas decenas de miles de páginas; pero esa historia pequeña, casi personal o al menos de un grupo reducido de personas, ¿cómo ha influido en la otra historia, la historia grande?

Cuando subimos a las azoteas de edificios en las grandes ciudades, encontramos la respuesta. El mundo del cemento y de sus aplicaciones ha permitido y permite construir los sueños de millones de personas. Sueños para vivir mejor, para recibir servicios (escuelas, hospitales, centros culturales, instalaciones deportivas…), o para desarrollar nuestra labor profesional.

El cemento es la sangre con la que está construida la vida que nos rodea y, como suele ocurrir con la que corre por nuestras venas, es discreta y eficiente, sólo llama la atención cuando por una causa imprevista salta a nuestra vista. Esto es precisamente lo que parece ocurrir en nuestros días, donde algunos hechos repudiables han convertido al cemento, o más propiamente a lo que él significa, la construcción, en una fuente de controversia y preocupación pública.

Pero no es momento de dejarnos llevar por los hechos excepcionales. Nuestro país consume hoy en día más de cincuenta y seis millones de toneladas de cemento, el veinte por ciento de la Unión Europea, y eso solo significa que nunca antes en nuestro país se habían construido tantos sueños. Millones de viviendas de calidad, nuevas infraestructuras de todo género, dotaciones sociales y económicas, que hacen de nuestro país un país más moderno, con unos niveles de vida más cercanos a los de los grandes países de nuestro entorno, reduciendo amarcha acelerada la distancia que nos separaba de ellos.

Aún nos quedan muchos sueños que construir, y probablemente muchos de ellos todavía no hemos empezado a imaginarlos. Pero no importa, cuando esto suceda nuestra revista, y el cemento que la justifica, estarán ahí ayudando a construir un nuevo capítulo de la historia.