Editorial

Carlos Ferrater
Arquitecto

Para un arquitecto, cada proyecto significa una nueva experiencia. Desde la soledad de las primeras ideas y dibujos hasta ver su realización material, se desarrolla un largo proceso que da lugar a múltiples intervenciones. Si se entiende el proyecto como la distancia entre una idea inicial y una realidad construida, este proceso se convierte en una experiencia colectiva en la que participan además de los equipos facultativos y los equipos de obra de las constructoras, un conjunto de industriales y empresas de suministro de materiales.

La elección de los elementos que materializarán el proyecto tiene que ver con la conjunción entre la idea y la construcción, por lo cual, la materia prima que se utilice deberá aunar la facilidad de puesta en práctica, las posibilidades tecnológicas, los recursos económicos de la obra, su futuro mantenimiento, además de aspectos más intangibles como pueden ser los efectos plásticos, el juego de la luz sobre los materiales y los aspectos sensitivos de su color, textura, acabado.

En una obra compleja como el Palacio de Congresos de Catalunya, en la que el edificio debía estar dotado de una gran versatilidad, movilidad, posibilidad de transformación y polifuncionalidad, se optó por la utilización de un material principal, versátil en su puesta en obra, con aptitudes estructurales así como otras de carácter espacial y comportamiento ante la luz. Todo ello condujo a la elección del hormigón armado blanco como material idóneo para la construcción del edificio.

Otras de las ventajas que nos aporta su utilización, es la de que el esqueleto estructural es ya la forma final del edificio. Esto conlleva un conjunto de operaciones previa elección de la materia prima: cemento blanco, dosificación de áridos, preparación de encofrados, cálculo estructural… Todo ello nos llevará a reconocer al final las condiciones requeridas de textura, color, luz, etc.

En otras ocasiones hemos utilizado piezas especiales prefabricadas de cemento blanco y arenas de mármol, hasta lograr una pieza componible en fábrica que facilita las operaciones constructivas convirtiéndose casi en una familia de materiales. Estas piezas, ya puestas en obra, nos aportarán también ciertas cualidades requeridas en determinados proyectos: paños tersos, juntas sombreadas, textura marmórea, y exactitud caligráfica de los cerramientos.

Siempre he considerado que el destino final de un proyecto, más allá de ser dibujado, es ser construido. Por ello, junto a Alberto Peñín y con el patrocinio de Valenciana de Cementos-Cemex, creamos la Cátedra Blanca en el seno de la Universidad Politécnica de Catalunya. Esta Cátedra-Empresa, trata de dar respuesta a una preocupación creciente en el ámbito de la enseñanza de la arquitectura, tratando de superar la disociación que se ha venido produciendo entre una formación académica ensimismada y una realidad funcional y social sometida a cambios continuos y sujeta a las duras reglas del mercado.

La Cátedra Blanca nace así, con la intención de incorporar la experiencia en la formación intelectual de los futuros arquitectos, entendiendo la experiencia desde el conocimiento sensible y activo como el resultado de una acción estructuradora del conocimiento.

Me parece de una gran oportunidad el dedicar un trabajo monográfico al cemento blanco como materia prima de un sin número de materiales utilizados en la construcción, como el hormigón blanco, toda la gama de prefabricados y fábricas, monocapas… Las posibilidades infinitas de estos elementos bien utilizados en la construcción pueden permitir una arquitectura de calidad como tradicionalmente lo fue la arquitectura de la cal frente a la luz mediterránea.