El sector cementero continúa su desaceleración

Siempre que empezamos un nuevo año nos hacemos la misma pregunta: ¿cómo le irá al sector cementero español? La respuesta nos ha llegado desde la Agrupación de fabricantes de cemento de España (Oficemen): la patronal ha cifrado en un 2% el crecimiento previsto para este nuevo curso.

Sin embargo, esta perspectiva para 2020 no nos ha cogido a contrapié. Y es que, en el año 2017 el consumo de cemento en España creció un 11%; en 2018 un 8%; y finalmente en 2019 un 5,9%. Sí, es verdad que son tres años seguidos de crecimiento -cuatro si ya nos aventuramos a sumar el 2020-, pero como podemos apreciar, la tasa de crecimiento se ha ido reduciendo cada año. ¿Qué ha pasado para que estemos en esta situación en la actualidad? Pues la verdad es que no hay nuevos factores.

A nivel de mercado interno la ralentización del sector inmobiliario ha lastrado el crecimiento del consumo de cemento en España. Algo que, muy probablemente, se prolongará durante este año 2020. ¿Y qué le ocurre a la obra pública, antaño el gran consumidor del cemento que producen nuestras fábricas? Pues que representa sólo el 1% del PIB español, el más bajo desde 1983. El maltrato presupuestario que venimos sufriendo en cuanto a infraestructuras de transporte y movilidad, para un mejor acceso a las ciudades, para el tratamiento de residuos, obras de saneamiento y depuración de aguas (una circunstancia esta última, cuyo incumplimiento ya se ha traducido en multas por parte de la UE). Es decir, que pese a la más que evidente falta de nuevas infraestructuras y reposición de muchas otras, en nuestro país seguimos a la espera de un plan estatal que ponga remedio a esta urgente necesidad, agravada más si cabe si tenemos en cuenta que muchas de esas infraestructuras son esenciales en la mitigación de los efectos del cambio climático.

En lo tocante al mercado exterior, estamos ante una cuestión que está socavando la fortaleza de nuestro sector. En el año 2019, las exportaciones cayeron un 23%, lo que supone una pérdida que roza los dos millones de toneladas. Por su parte, las importaciones alcanzaron el pasado año el millón de toneladas con cementos procedentes de países como Turquía, Argelia o Egipto donde no cuentan con los exigentes estándares comunitarios que, por el contrario, nuestra industria asume consciente de la problemática ambiental pero que suponen al mismo tiempo un gran coste económico y que, incomprensiblemente, llega a nuestro mercado sin un lógico gravamen arancelario.

Pero hay más. La industria cementera española se ve obligada a producir soportando una tarifa eléctrica un 21% más elevada que en Francia (o un 27% en el caso de Alemania). Y no nos olvidemos de los derechos de emisión, que han pasado de suponer 5,83€/t en 2017 a 24,84€/t en 2019. Como decíamos más arriba, son problemas con los que nuestro sector viene lidiando desde hace muchos años, pero que con el paso del tiempo se han ido haciendo cada vez más difíciles de soportar. En este sentido, estamos seguros de que a un profesional de nuestra industria no le llega de nuevas nada de lo dicho. Pero, para otro que no esté familiarizado tanto con nuestro sector, sin duda alguna puede ser motivo de asombro la gran cantidad de dificultades a las que la industria cementera española tiene que hacer frente.

Pese a todo, en Cemento Hormigón seguimos apostando por ofrecer a nuestros suscriptores los mejores contenidos técnicos en cada edición y a nuestros anunciantes la plataforma idónea para dar a conocer sus productos y servicios en foros como el IEEE-PCA 2020 o el SMOPYC, que se celebrarán durante el mes de abril en EE.UU. y Zaragoza, respectivamente. El primero es uno de los grandes eventos internacionales del cemento, y el segundo no le va a la zaga en cuanto importancia en lo que a maquinaria de obra pública se refiere. Dos citas por las que nuestra revista técnica ha apostado, estando prevista la distribución de este número de enero-febrero entre los asistentes a ambos eventos. Seguimos trabajando.