Pedro Hernández
Director de la División de Industria e Infraestructura de MC Spain

Paseando por el centro histórico de nuestros pueblos y ciudades, simplemente observando las fachadas de edificios y monumentos es fácil distinguir una patología de la edificación tan típica que forma parte de nuestro propio concepto de hogar. Desde el exterior, se distingue una zona hueca, ‘bufada’ o dañada, a modo de mapa, que arranca desde el suelo y alcanza, en algunas zonas, hasta metro y medio o mayor altura, en ocasiones una especie de ‘moho’ que no son sino sales cristalizadas, nos ensucia las manos al retirarla. Desde el interior, el mapeado parte del rodapié, si bajamos al sótano, apreciamos el olor típico de casa antigua, de humedad y de la flora y fauna que la acompaña.

En los edificios más modernos también se aprecia, cuando no se han tomado las medidas de impermeabilización adecuada, pero en menor medida. Aún así es fácil observar cómo, en el exterior, se derrumba el mortero de llagueado de los ladrillos, y en el interior como se reproducen las mismas humedades y daños en los sótanos y trasteros que de nuevo confieren ese aroma a casa de los abuelos. (…)