El Madrid antiguo a través de sus viejo anuncios y pregones

J.C.C.
Es curioso comprobar cómo las sensaciones y los recuerdos de la niñez afloran a la superficie de la memoria, y tanto más y con mayor nitidez cuanto más pasa el tiempo.
Recuerdos y sensaciones que entonces, cuando éramos niños y adolescentes, nacieron y penetraron en nosotros por la puerta de nuestra percepción, abierta por los sentidos, la vista y el oído sobre todo, pero también por los demás, y entre ellos el olfato.
¿Cómo no rememorar al respecto, con dulce nostalgia, el suave y fragante olor primaveral del “pan y quesillo” de las acacias en las calles de los paseos madrileños, y el aroma de las lilas que, nacidas en la Casa de Campo, se vendían en las plazas y mercados de la Villa? (…)
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